viernes, 5 de septiembre de 2008

En el nombre de la tecnología

Nuestro camino está trazado: debemos seguir el ritmo de la tecnología. ¿Es imperativo adoptar los cultivos transgénicos? ¿Marchar al mismo ritmo del mundo o seguir nuestro camino? Muchas inquietudes aparecen en el panorama de los agricultores y, asimismo, en el de los consumidores; surgen diversas voces que se preguntan si estamos preparados, si habrá consecuencias negativas a futuro.

A través del tiempo la preocupación por mejorar los cultivos de alimentos ha sido constante. Recuerdo mi sorpresa cuando descubrí que comía una tangerina (naranja con mandarina) o un chirimoya injerta con guanábana, deliciosa fruta. Para mí resultaba fascinante conocer estos datos, a pesar de mi desconocimiento del mundo agrícola; excepto mi breve experiencia en el curso de jardinería donde me sentí grande haciendo un injerto. Soñaba entonces con las modificaciones que podría hacer con las plantas –de alguna forma todos tenemos un poco de amor a la tierra- . Si en el pasado hubo grandes esfuerzos por mejorar tierra y productos, dotar de vitaminas a otros, aplicar la biotecnología, mejorando los vegetales tal como lo señala la Declaración de la FAO sobre biotecnología. El camino tenía que continuar hasta despertarnos un día de esos en uno se levanta pensando ¿será verdad? ¿qué sucederá?, esos despertares se han repetido a lo largo de la historia indudablemente.

Se trata del mundo alimentado por productos logrados en laboratorio, con modificaciones que ya fueron más allá de los organismos vegetales: modificaciones en su estructura molecular, entendible o no para un estudiante de 3º de secundaria que está expedito en química y genética, en el lenguaje común y corriente: imagina que la manzana que muerdes lleva un gen de pollo o un gen de araña en los tomates de tu ensalada. Y todo esto para mejorar el producto, eliminar plagas, ampliar la productividad; atender las demandas de una sociedad creciente y selectiva en el consumo de alimentos. El mundo requiere de más alimentos para no perecer y, al parecer, la respuesta es: transgénicos.


Sería erróneo aceptar que alimentos transgénicos es sinónimo de “maravilla salvadora de la alimentación mundial”. Existen serias advertencias sobre el uso el cultivo de semillas transgénicas : el impacto que pueden tener en la salud de los consumidores y la respuesta ecológica consecuente. Solo podrá conocerse resultados en el transcurso del tiempo, viene a mi mente un comentario que escuché en un viaje al viejo continente; se trata de las vacas suizas, habían modificado su alimentación vegetariana añadiendo residuos animales a su nueva dieta, el resultado era muy bueno, aparentemente, vacas que rendían más leche y más rápido. Pero, luego volvían a dejarlas pastar naturalmente porque temían al mal de las vacas locas que se difunde precisamente entre el 2000 y el 2001 por Europa; ¿resultado de la manipulación? ¿hecho que pueda mejorarse? ¿los riesgos de la tecnología?. Parece que la naturaleza tiene sus propias respuestas.

En este marco ¿el Perú está preparado para dar el paso? Hace poco se divulgó una noticia dando cuenta de cultivos transgénicos de maíz en una provincia limeña, la nota ponía énfasis en la reglamentación para el uso. Las normas y cuan preparados están los agricultores para respetarlas sin que impliquen riesgos futuros. Pero no es el único obstáculo como señala el ministro A. Brack: el alto costo de las semillas crearía dependencia económica del agricultor y rezago en quienes no puedan obtenerlas, “el futuro del Perú es la producción de alimentos orgánicos”. Ofrecer al mundo esta identificación nos ayudará a crecer o terminaremos rendidos ante la tecnología. Urge sí una clara reglamentación e información para optar por lo que queremos comer.

El reto de este tiempo está dado: avancemos a la luz de la tecnología adoptando paulatina y responsablemente los cultivos transgénicos, hoy no es posible quedarnos a espaldas del desarrollo, si el mundo demanda, marca el ritmo; la respuesta de nuestro país debe ser responsable de cara a un TLC con EEUU y otros países, considerando el cuidado armónico de la naturaleza. El camino debe abrirse gradualmente, ya existe un compromiso adquirido por el Perú y otros países (en Bonn, ciudad alemana) por la regulación de estos cultivos con reglamentos internos a ello debemos sumar la capacitación del agricultor y la comunicación necesaria al consumidor.

Ilustrando un mundo moderno, asistamos a la recreación de la famosa fábula de la cigarra y la hormiga, modernas, por cierto. Mientras la cigarra chateaba y bajaba música –nadie pensaría que su capacidad daba para más- la hormiguita ya era sabia seleccionando granos, los mejores para guardarlos como provisiones. Pero la cigarra internauta ya tenía la nueva fórmula: alimentos que no degeneran, sus propios cultivos, en cualquier época del año. Esta vez la hormiguita estaba en desventaja, la cigarra no podía ganar, tenía muy mala fama. Si cada tiempo tuvo exigencias y temores con respecto a los alimentos, este, tiene asimismo sus retos: nos toca como país enfrentarnos a la demanda interna y externa. Solo aspiramos a que ese camino cubra las necesidades alimentarias y aleje por siempre el fantasma del hambre y la postergación. Perú: un futuro con alimentos de calidad.
Patricia Flores Sifuentes

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